D.ª ISABEL DE PORTUGAL, REINA DE CASTILLA

 

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Isabel de Avis y Bragança no era hija de rey y por lo tanto tampoco princesa de Portugal como si lo fuera la madre de Felipe II, Isabel de Avis y Trastámara. Eso no fue obstáculo para que algunos de sus ascendientes y descendientes fueran llamados a reinar contra todo pronóstico sucesorio, como ocurrió con su abuelo paterno D. João I, el de la buena memoria y fundador de la dinastía Avis, su sobrino D. Manuel I, el afortunado y, ya en Castilla, ella misma y su hija Isabel I, la católica.

SU FAMILIA    

D.ª Isabel de Portugal era hija del infante D. João, quinto hermano de los seis integrantes de la denominada por el poeta Camões Ínclita Geração, creada por João I y Filipa de Lancaster. Su madre era Isabel de Barcelos, nieta de Juan I por rama ilegítima así como de Nuno Álvares Pereira, Condestable de Portugal.

El hecho de ser hija de infante, con pocas posibilidades de gobernar, es el motivo por el cual hay pocas noticias sobre ella (ni siquiera se sabe la fecha y lugar de su nacimiento) hasta el momento de su matrimonio con Juan II de Castilla el 22 de julio de 1447 en Madrigal de las Altas Torres (Ávila).

Su personaje está rodeado de luces y sombras, silencios y muchas muertes, unas naturales y otras por causas desconocidas. A ella se le achaca ser la transmisora de una patología entonces conocida como melancolía. Su tío D. Duarte I, que sufrió una gran depresión hasta su muerte, sería el antecedente más conocido, saltando la enfermedad de dos en dos generaciones hasta Juana I de Castilla, conocida como la loca.

En 1442 muere prematuramente con cuarenta y dos años el padre de Isabel, por entonces Condestable del reino y hombre de confianza del entonces regente, su hermano D. Pedro (nombramiento que le dio la ciudad de Lisboa hasta la mayoría de edad del heredero de D. Duarte I y futuro rey D. Alfonso V el africano, al que conoceremos en los famosos tapices de Pastrana).

En el sepulcro de su padre, el infante João, figura la enigmática divisa francesa J' ai biẽ raison (Yo tengo razón) que se interpreta como una declaración de su seguridad moral, tenacidad y valentía, cualidades que su mujer y su hija Isabel sabrán transmitir a su descendencia.

Desde este momento el tío de Isabel y regente D. Pedro comenzará a pensar para ella un destino brillante al que se une la importante herencia que recibe de su hermano mayor Diogo, muerto también prematuramente en 1443.

 

SU MATRIMONIO Y ÁLVARO DE LUNA. SU PRIMA JUANA Y EL MARQUÉS DE VILLENA

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Mientras tanto en 1445 muere María de Aragón, primera esposa de Juan II de Castilla. Su valido Álvaro de Luna pide ayuda militar a su gran amigo y regente D. Pedro de Portugal ante el ataque que los infantes de Aragón -aliados con la oligarquía de la nobleza castellana- le declaran para acabar con su poder. 

La gran deuda que Castilla contrae con Portugal tras el éxito obtenido con la ayuda de D. Pedro en la Batalla de Olmedo se saldará, a propuesta del valido, convirtiéndola en dote, mediante el matrimonio entre Juan II de Castilla e Isabel de Portugal.

 

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La propuesta de Álvaro de Luna era ventajosa para ambas partes. Isabel se convertiría en reina de Castilla a pesar de ser hija de infante, no de rey, pero nieta del poderoso duque de Braganza y Castilla se aseguraba un fuerte aliado frente a futuros ataques de la coalición enemiga.

Pero al llegar a Castilla, Isabel se encontrará con un reino asediado por el egoísmo de la nobleza, la ambición de los infantes aragoneses, un marido débil e indolente, un príncipe heredero con fama de impotente y un oscuro personaje que trataba de controlar todo, hasta las relaciones entre la pareja real: el condestable y valido del rey Álvaro de Luna.

Al igual que había sucedido con la primera esposa de Juan II, Isabel desarrolló desde su llegada a la corte castellana una invencible enemistad por el condestable. La reina, sin embargo, consiguió romper el cerco que Álvaro de Luna mantenía en torno al rey y adquirió sobre éste una gran influencia. Lograría vengarse mucho más tarde conspirando contra él, ser juzgado y acabar en el patíbulo en 1453.

Otra sorpresa aguardaba a Isabel. Si Álvaro de Luna había planeado su boda con el verdadero propósito de conseguir un descendiente más apto para el trono que el príncipe heredero Enrique, una intención parecida tuvo la mano derecha del príncipe y aspirante a valido, Juan Pacheco, marqués de Villena. Para conseguir una descendencia directa del príncipe de Asturias urdió, ante el asombro de la reina, un segundo matrimonio -tras el fracaso del primero- con Juana de Avis, hermana de Alfonso V de Portugal y prima directa de Isabel.

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La lucha por el poder estaba servida. Este es el germen del periodo más turbulento de Castilla, de facciones enfrentadas por el poder entre distintos herederos, hermanastros y sus validos que se saldará con un final inesperado y con el derramamiento de mucha sangre.

Isabel de Portugal tuvo dos hijos: la princesa Isabel, nacida en Madrigal de las Altas Torres en 1451 y el infante Alfonso, nacido en Tordesillas (Valladolid) el 15 de noviembre de 1453 y muerto por causas desconocidas el 5 de julio de 1468 en Cardeñosa (Ávila).

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SU VINCULACIÓN CON MADRID

Aunque durante sus primeros años de matrimonio Isabel de Portugal acompañó al rey en la tradicional itinerancia de la Corte castellana, pronto se estableció de una manera casi permanente entre Madrigal de las Altas Torres y Arévalo donde crio a sus dos hijos.

Después de la muerte de Juan II en 1454, Isabel se retiró definitivamente al castillo de Arévalo, donde pasó el resto de su vida como reina viuda. Durante muchos años sufrió, según las crónicas, un grave deterioro mental, que degeneró en demencia. Murió en agosto de 1496 ya anciana y fue enterrada en Arévalo.

La ausencia de datos históricos que registren la presencia de la reina en Madrid no descarta la hipótesis, por otro lado lógica, de la vinculación de Isabel con nuestra villa durante un primer periodo de su matrimonio acompañando a su marido.

En Madrid se celebraron varias Cortes y su viejo Alcázar de origen musulmán siempre fue refugio seguro y descanso de los Trastámaras. También es conocida la afición de Juan II por la caza y los montes del Pardo con su pabellón de armas -origen del palacio del Pardo- fueron escenarios habituales de la presencia de Juan II de Castilla en Madrid.

SU BELLEZA

La belleza de Isabel de Portugal despertó la admiración de la corte, incluida la del propio rey de quien se dice que tenía una pasional atracción por su valido desde la adolescencia.

Isabel poseía los bellos rasgos de su abuela paterna Filipa de Lancaster, con ojos azules, cabello rubio rojizo y piel muy blanca, cualidades que heredó también su hija Isabel I la católica.

Para ella compuso el Marqués de Santillana los siguientes versos donde la compara con una obra divina:

Dios os hizo sin enmienda / de gentil persona y cara, / y sumando sin contienda, / cual Giotto no os pintara.

Queríamos aproximarnos a las representaciones que la escultura hizo de ella y para eso nos hemos fijado en el bellísimo sepulcro gótico isabelino de la Cartuja de Miraflores (Burgos), labrado en alabastro por Gil de Siloé en 1489. Sus restos mortales fueron trasladados allí por expreso deseo de su hija la reina Isabel I, para ser inhumados junto a los de Juan II en 1504, poco tiempo antes de morir la reina católica.

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También está representada en las figuras orantes del Retablo mayor de la Cartuja de Miraflores, obra tallada en madera policromada del mismo autor.

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En todas sus representaciones, incluidas las cinematográficas, se repiten esas facciones estilizadas, algo frías y alejadas del ideal de belleza más carnal de nuestra península pero enraizadas con el arquetipo de belleza medieval de la Beatriz de Dante.

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Y SU LEGADO

Si al inicio de esta crónica señalábamos el lema de su padre: J' ai biẽ raison como una de las cualidades transmitidas a la familia, es de justicia concluir que el mayor legado que Isabel de Portugal legó a la historia fue su hija Isabel.

No nos moveríamos en el terreno de la leyenda, como corroboran muchos biógrafos de Isabel I, si afirmamos que los relatos que la infanta escuchó de su madre y de su abuela durante su infancia y adolescencia tuvieron gran influencia en ella. Relatos sobre unos infantes portugueses cultos, conquistadores, navegantes y religiosos: la Ínclita Geração.

En su mentalidad se forjó una idea diferente de la que había en Castilla sobre la conquista de los territorios en manos "infieles". Una concepción mezclada con la aventura de la expansión ultramarina, con la importancia del tráfico comercial y la fascinación por los descubrimientos y el oro que más tarde le haría dejarse llevar por los "cantos de sirena" de un marinero genovés, recién llegado de Portugal.

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Por Antonio Iraizoz García (*)

BIBLIOGRAFÍA

Infantas de Portugal, Rainhas em Espanha. Marsilio Cassotti. Ed. A esfera dos livros. 6ª ed. 2012.

(*) El autor, arquitecto urbanista e investigador, creó en 2011 el blog de historia y cultura portuguesa relacionada con Madrid “Pessoas en Madrid” http://pessoasenmadrid.blogspot.com/

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