LA REINA BÁRBARA DE BRAGANZA, DEL MONASTERIO DE MAFRA A LAS SALESAS REALES (II)

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A pesar de las dudas iniciales planteadas tras la muerte de Felipe V, el nuevo matrimonio real tiene ideas muy claras de por dónde deben empezar a gobernar:

1º. Cortar de raíz los enormes gastos militares al servicio de los intereses de la reina viuda en Italia.

2º. Reformar la Administración interna y racionalizar los recursos de las colonias.

3º. Aplicar las medidas del Iluminismo a la educación y a las artes.

El primer consejo que reciben del padre de Bárbara es actuar con "reflexión y cautela" y a pesar de las precauciones tomadas, la reina viuda acusa a Bárbara de querer entregar la dirección del gobierno a Portugal. Es desmentida por el propio ministro de Asuntos Exteriores francés al afirmar que si el gobierno de España había sido italiano durante el reinado de Felipe V, ahora sería castellano y nacional.

El 10 de octubre de 1746, Fernando y Bárbara hacen una entrada solemne en Madrid, ciudad que les tributa un homenaje delirante. La sensación positiva del pueblo es corroborada por las delegaciones diplomáticas cuyas impresiones no pueden ser más favorables para ambos. Los nuevos reyes permiten que la reina viuda se instale en el palacio de los Afligidos, en la montaña del Príncipe Pío, justo en el lado más alejado de la ciudad desde el Buen Retiro.

Bárbara tenía entonces treinta y cinco años y su maestro Scarlatti sesenta y uno. Ambos compartían, además del amor por la música, la afición por los dulces conventuales lo que les provocó diabetes y un evidente aumento de peso. Con la reina viuda aparentemente ya neutralizada y con tantos proyectos por emprender se inicia para la pareja una nueva y fructífera etapa.

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El marqués de la Ensenada, ministro de Hacienda, Guerra y Marina, pidió a la nueva reina que utilizase la influencia de su padre, el rey de Portugal, para conseguir una paz duradera con su tradicional aliada Inglaterra. Bárbara mantendrá entonces una asidua correspondencia con D. João V compuesta por 56 cartas donde la instruye, entre otros temas, sobre cómo actuar ante dos de las principales potencias europeas:

Francia tiene mucho poder y mucha ambición (...) y para conseguir sus fines, algunas veces no repara en que los medios sean lícitos o ilícitos, e incluso contrarios al honor y al decoro.Los ingleses ni son más moderados ni menos ambiciosos y violentos cuando se trata de sus intereses.

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A través de estas cartas se puede cotejar la inteligencia, el carácter, la seguridad y también la ternura de esta mujer casi día a día y la rapidez con que captó la esencia de cómo gobernar de la forma más conveniente pero con el mayor de los respetos.

Esta correspondencia fue nuevamente motivo para la maledicencia de la reina viuda hacia Bárbara. Pero, por lo que la italiana se sintió más humillada fue por la aceptación de Farinelli para pasar al servicio de los nuevos reyes y no continuar al de ella. 

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Farinelli valoró más los sentimientos hacia él y los conocimientos musicales de la nueva reina que el carácter dominante de su compatriota. La reina viuda propagó enseguida el bulo de que ante la frustración física que el rey le provocaba, la reina habría iniciado una relación sentimental con Farinelli basándose en la gran influencia y confianza que esta le había otorgado en la corte.

La crisis se resolvió en 1747 invitando a la reina viuda a volver a residir en La Granja quien, aún no del todo satisfecha, mandó construir muy cerca el majestuoso palacio de Rio Frio, de estilo italiano, a imagen y semejanza del aún inacabado palacio de Oriente de Madrid.

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A finales de 1748 se firmó un tratado de paz entre Francia e Inglaterra que permitió retirar las tropas españolas en el continente e iniciar la tan deseada política de los nuevos reyes de Paz con todos y guerra con nadie, así como las grandes reformas iluministas que producirían sus verdaderos efectos en el siguiente reinado de Carlos III.

Conscientes del hecho de que no irían a tener descendencia, se preocuparon de las condiciones de la maternidad y sanidad públicas que mitigó la alta mortalidad infantil, mejoró la profilaxis de los servicios médicos y la regularidad de la limpieza de las calles.

El patrocinio de las artes les lleva a fundar la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, institución cuya importante labor cultural perdura hoy en día.

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Inaugurado en 1753 en la real Casa de la Panadería de la Plaza Mayor, en 1773 se trasladó por falta de espacio a su sede actual, en el Palacio de Don Juan de Goyeneche. Construido en 1715 por José Benito de Churriguera en estilo barroco, fue posteriormente remodelado en 1774 por Diego de Villanueva, quien le dotó de la fachada neoclásica actual.

El nombre de Bárbara, cuyo nacimiento dio origen a la creación del monasterio de Mafra en Portugal, ahora quedaría unido al de la fundación del convento de Las Salesas Reales e iglesia de Santa Bárbara. Sería la más noble y refinada arquitectura religiosa que se realizó en Madrid durante el siglo XVIII.

Las obras de la iglesia de Santa Bárbara, junto a las del convento, fueron iniciadas en 1749 por el arquitecto François Carlier, con la colaboración de Francisco Moradillo, y se concluyeron en 1757. Se sabe que la reina utilizó sus propios fondos privados para la fundación de dicho monasterio, destinándolo a monjas de la orden francesa de la Visitación.

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Junto a la diabetes aguda e hipertensión, su salud comenzó a debilitarse. A pesar de no quejarse nunca de sus propios males, los médicos le recomendaron, al final de la década de los cuarenta, que pasase más tiempo en Aranjuez por tener un clima más suave. A Bárbara le agradaba especialmente aquel palacio por estar al borde del río Tajo, o Tejo, el mismo río de su amada Lisboa de la que nunca se olvidó en los casi cuarenta años que vivió en España.

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En 1749 también mandan construir sobre el río Manzanares el Puente de San Fernando, llamado así por las dos estatuas del rey Fernando III el santo y Santa Bárbara que adornan el pretil del puente en honor a Fernando VI y Bárbara de Braganza. El puente unía el camino del Pardo con el camino real de Valladolid, comunicando las dos Castillas.

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Pero en 1750 Bárbara recibe un duro golpe con la muerte de su padre y en aquel mismo año se firma entre ambos reinos el Tratado de Madrid por el cual se fijaron los límites de Brasil. Esto provocó críticas de los sectores iluministas portugueses que la acusaron de no aprovechar la gran influencia que ejercía sobre su marido. La muerte de su madre en 1754 y el terremoto de Lisboa de 1755 son otros duros episodios que acabarían por agravar su salud.

Después de inaugurar solemnemente en 1757 el monasterio de Las Salesas Reales, que albergaría los sepulcros de la pareja real, la reina vuelve sola al lugar para hablar con las monjas. Dos meses antes había muerto Scarlatti y, según contaron las monjas, había vuelto para despedirse de ellas pues sufría dolores agudos de útero.  Aunque dejaba todo dispuesto en su testamento para la manutención del monasterio no pudo evitar la ironía del pueblo madrileño que el día de su inauguración puso un pasquín en la puerta del edificio que decía: Bárbaro edificio, bárbara renta, bárbaro gasto, bárbara reina.catarin30

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El empeoramiento del estado de salud de la reina comenzó a deprimir a Fernando, quien por primera vez desde que subió al trono, abandonó los asuntos de gobierno para ocuparse exclusivamente de ella. Recluidos en Aranjuez, la reina murió el 27 de Agosto de 1758 a los cuarenta y seis años, tras una dura agonía, con cáncer de útero.

Al no ser madre de reyes y perder el derecho a ser enterrada en el Panteón de reyes del Monasterio del Escorial, su voluntad fue descansar para siempre en el Convento de su fundación.

El rey se retiró a meditar al castillo de Villaviciosa de Odón dejándose arrastrar por la misma melancolía y estados de agitación que sufriera su padre. El 10 de agosto de 1759, casi un año después que Bárbara, murió Fernando VI habiendo renunciado a enterrarse en el Panteón de reyes para poder reunirse definitivamente con su amada esposa en el monasterio de Las Salesas Reales.

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Hasta la llegada del heredero de Fernando desde Nápoles, su medio hermano Carlos III, Isabel de Farnesio asumió la regencia del reino, quien pudo ver realizado su mayor sueño de ver coronado a su primogénito como rey de España. La rival implacable de Bárbara de Braganza murió en 1766 con setenta y tres años en Aranjuez, casi ciega, donde su nuera había sido más feliz.


Madrid dedica a esta gran reina una calle con su nombre en el barrio de Justicia del distrito Centro, frente a su convento e iglesia, en prolongación a la dedicada al rey Fernando VI. En la plaza de la Villa de París, lugar donde se encontraban las huertas del convento de las Salesas Reales, hay una bonita escultura de Bárbara de Braganza ejecutada por el gran escultor Mariano Benlliure en 1887 muy cerca de otra dedicada también a su marido en 1752.

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Por Antonio Iraizoz García (*)

BIBLIOGRAFÍA
Cassotti. Infantas de Portugal, rainhas em Espanha. A esfera dos livros. 2012 

FUENTES

Fundación COAM

Biblioteca Nacional de España

(*) El autor, arquitecto urbanista e investigador, creó en 2011 el blog de historia y cultura portuguesa relacionada con Madrid “Pessoas en Madrid” https://pessoasenmadrid.blogspot.com/  

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