DOS REYES DE PORTUGAL EN LA FACHADA DEL PALACIO REAL

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Cuando Felipe V encargó la construcción del nuevo Palacio Real, tras el devastador incendio del viejo Alcázar de los Austrias en 1734, sus arquitectos Juvara y Sachetti habían pensado, ya desde su origen, rematar las cornisas del nuevo palacio con estatuas de gran tamaño y jarrones, al estilo italiano, como también ocurre en el Palacio Madama de Turín (con fachada de Juvara) y en muchos otros ejemplos de la época.

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LA ELECCIÓN DE LAS ESTATUAS


La elección de las estatuas fue encargada al escritor y erudito benedictino fray Martín Sarmiento con su correspondiente programa iconográfico. Este propuso una metafórica lección de historia con todos los reyes de la monarquía española, comenzando por el visigodo Ataulfo y terminando con Fernando VI.


El plan general contenía 80 estatuas sobre la balaustrada, 4 sobre el ático de la fachada sur, 14 en el piso principal y una serie de 36 adornos complementarios como dioses mitológicos, emperadores romanos, escudos, jarrones, etc., arrojando un total de 134 elementos escultóricos. Los jarrones se irían sustituyendo a medida que apareciesen nuevos monarcas. Así, la planta principal contenía 14 estatuas en todas las esquinas del perímetro dedicadas a:


Dos reyes de Aragón: D. Jaime I (Mº Aº 1276) y D. Ramiro II el Monje (Mº Aº 1133) y dos santos patronos de España: S. Millán de la Cogolla (Mº Aº 574) y Santiago (Mº Aº 44), al Norte.


Dos reyes americanos: Atahualpa emperador de Perú (Mº Aº 1533) y Moctezuma emperador de Méjico (Mº Aº 1520), al Sur.


Dos reyes de Navarra: Sancho VII el fuerte (Mº Aº 1234) y Sancho III el Mayor (Mº Aº 1035) y dos condes de Castilla: García Fernández (Mº Aº 995) y Fernán González, al Este.


Dos reyes suevos (Galicia): Teodomiro (Mº Aº 570) y Requiario (Mº Aº 496) y dos reyes de Portugal: D. Afonso I (Mº Aº 1185) y D. João V (Mº Aº 1750), al Oeste. 


PRESENCIA DE PORTUGAL

Curiosamente estos reyes de Portugal, tan significativos para España, fueron respectivamente: el que se independizó del reino de León y fundador de la monarquía lusa y el que luchó contra los Borbones en la Guerra de Sucesión española, apoyando a Inglaterra y Holanda.


Alfonso I o D. Afonso Henriques (1109-1185) benefactor del Temple luce anacrónicamente el collar de la Orden de Cristo, heredera en Portugal de la extinta Orden del Temple en 1319 en Francia. La estatua fue labrada por el murciano Juan Porcel, discípulo de Salzillo y cobró 15.000 reales por su labra.

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D. João V tomó partido contra Felipe V durante la Guerra de Sucesión y, aunque sus tropas fueron derrotadas en Almansa, sacó buen provecho en el Tratado de Utrecht al recuperar la colonia del Sacramento en América. Padre de Bárbara de Braganza y suegro de Fernando VI, su talla es una magnífica obra de Luis de Salvador Carmona. 

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Ambas estatuas, situadas en la fachada del Campo del Moro, miran a Poniente desde la esquina noroeste del Palacio, hacia Portugal. Su elección se debe sin duda alguna a la influencia de Bárbara de Braganza sobre Fernando VI. Ambas estuvieron antes en el puente de Toledo y en la Plaza de la Moncloa, durante el periplo que siguieron muchas de ellas tras su inesperado desmontaje.

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EL MONTAJE DE LAS ESTATUAS


Según se tallaban y terminaban las estatuas, se iban colocando en su emplazamiento previsto. En 1754 ya estaban todas situadas. Sin embargo con la llegada de Carlos III el destino de las estatuas sufrió un giro radical.


El hecho de que junto al reloj y el escudo real de la fachada Sur apareciesen, flanqueándolo en sus extremos, Felipe V y su primera mujer María Luisa de Saboya y Fernando VI con Bárbara de Braganza, en el centro, debió disgustar a la ambiciosa madre de Carlos III, Isabel de Farnesio, allí no representada o destinada a suplir uno de los jarrones cuando falleciese.

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EL DESMONTAJE DE LAS ESTATUAS


Ya sea por los ecos del terremoto de Lisboa de 1755 aún reciente o por el supuesto desaire iconográfico hacia la italiana, con la excusa de un sueño premonitorio según el cual un terremoto en Madrid hacía caer todas las estatuas matándola, Isabel de Farnesio obligó a su hijo Carlos III que ordenase la retirada de todas las estatuas. Esta operación se terminó el 18 de abril de 1760. Sólo quedaron en su sitio los cuatro emperadores romanos. Las restantes permanecieron guardadas en las bóvedas de palacio bajo la terraza norte hasta el año 1787 en que se empezaron a dispersar por muchas ciudades y jardines españoles.

Así quedó el palacio hasta la restauración de 1970 en que algunas de estas efigies se colocaron de nuevo en sus lugares primitivos mientras que otras se asentaron sobre basas que no les correspondían de la fachada oriental.

 

Por Antonio Iraizoz García (*)

BIBLIOGRAFÍA

 

Sanz García, José María.  Recuerdos portugueses en Madrid. Instituto de Estudios Madrileños. 1992

(*) El autor, arquitecto urbanista e investigador, creó en 2011 el blog de historia y cultura portuguesa relacionada con Madrid “Pessoas en Madrid” https://pessoasenmadrid.blogspot.com/  

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